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16 de enero de 2017

[6] Autores nipones, muerte y la búsqueda del sentido de la vida

La mayor parte de los libros de autores japoneses que he leído hasta el momento hablan de la muerte y, a la vez, de las cuestiones que más felices nos hacen en la vida como el amor, la familia y la amistad. ¿Paradójico o complementario?

Hoy, que es el tercer lunes del mes de enero y que se supone que es el día más triste del año o Blue Monday, me apetece hablar de ello. Llevo ya tiempo rondando que tenía que reunir en una sola entrada todo lo que los libros de autores nipones me han hecho rumiar y que he dejado desperdigado por el blog.

Empezaré por esta reflexión que escribí en la reseña de Kokoro, de Natsume Sōseki: “A pesar de que no hay nada que me pueda gustar más que una novela feel good, cuando abro un deprimente libro japonés sé que me va a gustar mucho. Lo achaco a las reflexiones sobre la vida y aspectos tan trascendentales como la amistad, la familia o el amor que acostumbran a hacer. Me encanta pensar sobre esas cosas; me chifla, lo reconozco”.

Y es que los personajes metafóricos de todas las novelas niponas que he leído hasta el momento son la tristeza, el sueño, el suicidio o la muerte. Las páginas de estos libros transcurren envueltas en un halo onírico y misterioso e incluso en ocasiones en estados de inconsciencia o fenómenos paranormales.

Recuerdo que hace unos años, para relajarme antes de dormir, estaba escuchando una grabación que alguien me pasó. Fui aflojando todos los músculos tal como me indicaba la locutora hasta que me quedé frita. O eso pensaba yo. El audio siguió y, en un determinado momento, a la mujer de detrás de mis auriculares se le ocurrió decir que dormirse es como una pequeña muerte diaria y mi cerebro dijo: ¿Cómo, qué? Y me desperté sobresaltada.

Tener una razón para levantarnos todas las mañanas


Anécdotas aparte, en estos libros aparentemente pesimistas, es una constante la búsqueda de la identidad y de la felicidad. Lejos de ser textos tristes o deprimentes, arrojan reflexiones para los que se quedan y apuestan por la vida, a pesar de las dificultades.  Son novelas escritas para los que creen en el amor, en la amistad y en la existencia en general.

Todo esto me quedó más claro si cabe cuando leí Los amigos, de Kazumi Yumoto, un libro que tiene por subtítulo: “Una novela sobre la muerte que defiende la alegría de vivir”. Lo que necesitamos es encontrar una buena razón para levantarnos todas las mañanas, como le pasó al abuelo moribundo de esta novela de Yumoto. El problema es que, a pesar de que las estadísticas indican que el bienestar actual es, con mucho, mejor que nunca, hay una fuerte deshumanización.

Y es esta palabra, deshumanización, una de las que mejor retrata el ambiente que se recrean en las novelas japonesas. Somos muchos, cada uno a nuestras cosas, y nos sentimos solos y perdidos. Eso le pasa a la protagonista de Estupor y temblores, de Amélie Nothomb, un relato espeluznante de cómo “trabaja” la sobre-jerarquizada sociedad japonesa.

Aprendiendo más acerca de la muerte


Por tanto, volviendo a la pregunta que me hacía al principio: entre la muerte y la búsqueda del sentido de la vida: ¿paradójico o complementario? Para mí, es totalmente complementario. No se puede entender la una sin la otra pero puede que una de las cuestiones en las que tengamos que trabajar es en aprender más acerca de la muerte, tratada como un tema tabú y oscuro. ¿Por qué no nos interesarnos más sobre ella? Porque da miedo. Sí, lo sé, a mí también, pero igual es por eso por lo que me produce una gran curiosidad y leo estas novelas de autores japoneses.

No puedo acabar sin recomendar algunos de los trabajos de Elisabeth Kübler-Ross, una psiquiatra que estudió casos de personas en coma que finalmente sobrevivieron y que hizo un amplio seguimiento de moribundos. Yo me estoy iniciando en el tema con ella. Aviso: sus conclusiones pueden chirriar, y mucho, con las creencias actuales que tenemos. Hay que adentrases en ellas con la mente abierta y, en la medida de lo posible, sin prejuicios. Luego cada uno que se quede con lo que más le convenga. Yo siempre lo hago así.

19 de enero de 2015

Tokio Blues, de Haruki Murakami


Da la casualidad de que hoy, supuestamente el día más triste del año (el blue Monday), me toca reseñar la novela de un autor que tanto identifico con los días de apatía pero también de reflexión sin los que, a pesar de todo, la vida no podría continuar.

Llevaba ya un tiempo queriendo volver a Murakami. Hace años que leí Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y, en aquella ocasión, como en esta, he experimentado esa sensación de adicción al universo que crea el escritor japonés para los lectores.

Y digo adicción porque Murakami es el rey de la melancolía pero tratada de una forma tan sutil, tan fina, tan ligera que te va enredando en la psicología de los personajes y no tienes más remedio que divagar sobre tu existencia a la vez que divagan los personajes que él ha creado para ti, para que te conozcas mejor a partir de ellos.

Tokio Blues es una novela que comienza con el recuerdo que provoca en el protagonista, Toru Watanabe, la canción Norwegian Wood de The Beatles. Este desencadenante le traslada (a él, y también a nosotros) dos décadas atrás, a los años de adolescencia en los que sufre por la sombra de un amor imposible.

Además de los protagonistas con nombre propio de la novela, todos con alguna “tara” emocional, los actores principales de Tokio Blues son la soledad, el alcohol, el sexo y el suicidio. Pero, ojo, que estos términos no te echen atrás porque ellos llevarán a los personajes a un punto de inflexión que deja paso a otras voces más optimistas como el amor o la amistad.

En esta reseña no quiero desvelar mucho sobre el argumento porque creo que merece la pena ir disfrutando con cada momento, con cada personaje, con cada situación, con cada canción y con cada libro. Basta con saber que, a pesar de ser un libro “blue” (en el mundo anglosajón el azul denota tristeza), la búsqueda de la identidad y la felicidad está latente en cada página. Lejos de ser un libro triste o deprimente es una reflexión para los que se quedan y apuestan por la vida, a pesar de las dificultades; para los que creen en el amor y en la existencia.

Como lectora, desde luego, es un regalo disfrutar de una novela tan bien escrita, que te envuelve desde las primeras páginas, que no deseas terminar de leer a pesar de querer continuar avanzando en sus páginas. Además, nos acerca a la cultura japonesa aunque para comparar en condiciones tendré que leer algo de otro autor japonés.

Todos nosotros somos seres imperfectos que vivimos en un mundo imperfecto. Y no debemos vivir de una manera tan rígida, midiendo los ángulos con un transportador como si la vida fuera un depósito bancario. ¿No te parece?

El suicidio en Japón


Una de las impresiones con las que te quedas al terminar el libro de Murakami es que el suicidio es algo recurrente en Japón. Por eso, me puse a investigar por Internet y, efectivamente, la tasa de suicidios entre los japoneses es de las más altas del mundo. Las cifras varían dependiendo del organismo y sus parámetros de medición pero, consultando el último informe de la OCDE, situamos a Japón en el cuarto país que registra más suicidios por detrás de Corea, Hungría y Rusia. En el otro extremo, los que menos tasa contabilizan son Grecia, Turquía, México e Italia.

En Japón preocupan sobre todo los suicidios entre los jóvenes (en 2010 fueron más de un millar), situaciones que se reflejan bien en la novela de Murakami (aunque el libro se sitúa a finales de la década de los 60 y principios de los 70).

Sin embargo, para que no cunda el pánico, recojo aquí una mención a un artículo de japonismo.com en el que se desbaratan de alguna manera los mitos sobre el suicidio en Japón a través de cinco razones:

  1. Japón no es el país con mayor tasa de suicidios del mundo, como ya hemos comentado antes.
  2. Tokio no es la capital del suicidio en Japón. Según datos del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, la tasa de suicidios es más alta en zonas rurales que en prefecturas con grandes ciudades.
  3. Los suicidas arrollados por trenes no son mayoría sino que el método de suicidio más utilizado en Japón es el ahorcamiento.
  4. La tasa de suicidios, en contra de lo que parece sobre todo por la cobertura mediática, está descendiendo.
  5. Los japoneses no tienen razones diferentes para suicidarse. Los problemas de salud (47,7%) son la principal causa de suicidio, seguidos de los problemas económicos (23,8%), los problemas domésticos (12,2%), los problemas laborales (7,2%), los problemas amorosos (3,1%) y los problemas en la escuela (1,1%).