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26 de enero de 2017

Cosmética del enemigo, de Amélie Nothomb

En la última sesión del Club de Lectura Parla Este, uno de los compañeros habló de Cosmética del enemigo, de Amélie Nothomb y lo apunté para leerlo próximamente. El caso es que como es un libro muy cortito, lo intercalé entre las lecturas pendientes y hoy os traigo la reseña.

Ya había leído algo de Amélie Nothomb el año pasado, Estupor y temblores, pero en cuanto a temática son dos novelas muy diferentes. La que os reseñé en su momento es una novela autobiográfica que cuenta la historia de una joven occidental que consigue un empleo en una importante compañía nipona en Tokio y lo que sigue es un relato espeluznante de cómo “trabaja” la sobre-jerarquizada sociedad japonesa.

Sin embargo, en Cosmética del enemigo, Nothomb enfrenta a dos individuos en la sala de espera de un aeropuerto. El vuelo de Jérôme Angust sufre retraso y no le queda otra que esperar y decide ponerse a leer. Sin embargo, un desconocido llamado Textor Texel se le acerca y comienza a hablarle sin razón aparente.

El diálogo incómodo de quien no ha pedido conversación da paso a un relato excéntrico y surrealista de un interlocutor perturbador y a una serie de revelaciones que Jérôme no puede acabar de creer: Textor Texel violó a una mujer hace 20 años y la mató 10 años después.

Pero, ¿por qué le cuenta esas cosas a él? ¿Será casualidad? Desde luego, Textor Texel y Jérôme Angust tienen más conexión de la que pensamos en un primer momento…

La narración de Cosmética del enemigo sí que me ha recordado a Estupor y temblores. Es una prosa inquietante, sombría, directa al grano. Si el primer libro es intenso y duro, este último lo cerré con cierta angustia. Sin ninguna duda, Amélie Nothomb logra traducir en sensaciones aquello que describe con palabras en unas pocas páginas. Me ha parecido espectacular; hacía tiempo que no me pasaba algo así.

¿Por qué Cosmética del enemigo?


Una de las cosas que me intrigaban es el título del libro. ¿Por qué Cosmética del enemigo? Textor Texel define esos dos términos así en su relato:

Cosmética: “Soy una persona extremadamente formalista. Actúo según una cosmética rigurosa y jansenista…..La cosmética, ignorante, es la ciencia del orden universal, la suprema moral que determina el mundo”.

Enemigo: “Es aquel que, desde el interior, destruye lo que merece la pena. Es el que te muestra la decrepitud contenida en cada realidad. Es aquel que saca a la luz tu bajeza y la de tus amigos. Es aquel que, en un día perfecto, encontrará una excelente razón para que te tortures. Es aquel que te hará sentir asco de ti mismo. Es aquel que, cuando entreveas el rostro celestial de una desconocida, te revelará la muerte contenida en tanta belleza”.

Para poder interpretar bien estas definiciones es necesario llegar hasta el final del libro. Pero es una metáfora muy bien elegida. Os espero en los comentarios.

16 de enero de 2017

[6] Autores nipones, muerte y la búsqueda del sentido de la vida

La mayor parte de los libros de autores japoneses que he leído hasta el momento hablan de la muerte y, a la vez, de las cuestiones que más felices nos hacen en la vida como el amor, la familia y la amistad. ¿Paradójico o complementario?

Hoy, que es el tercer lunes del mes de enero y que se supone que es el día más triste del año o Blue Monday, me apetece hablar de ello. Llevo ya tiempo rondando que tenía que reunir en una sola entrada todo lo que los libros de autores nipones me han hecho rumiar y que he dejado desperdigado por el blog.

Empezaré por esta reflexión que escribí en la reseña de Kokoro, de Natsume Sōseki: “A pesar de que no hay nada que me pueda gustar más que una novela feel good, cuando abro un deprimente libro japonés sé que me va a gustar mucho. Lo achaco a las reflexiones sobre la vida y aspectos tan trascendentales como la amistad, la familia o el amor que acostumbran a hacer. Me encanta pensar sobre esas cosas; me chifla, lo reconozco”.

Y es que los personajes metafóricos de todas las novelas niponas que he leído hasta el momento son la tristeza, el sueño, el suicidio o la muerte. Las páginas de estos libros transcurren envueltas en un halo onírico y misterioso e incluso en ocasiones en estados de inconsciencia o fenómenos paranormales.

Recuerdo que hace unos años, para relajarme antes de dormir, estaba escuchando una grabación que alguien me pasó. Fui aflojando todos los músculos tal como me indicaba la locutora hasta que me quedé frita. O eso pensaba yo. El audio siguió y, en un determinado momento, a la mujer de detrás de mis auriculares se le ocurrió decir que dormirse es como una pequeña muerte diaria y mi cerebro dijo: ¿Cómo, qué? Y me desperté sobresaltada.

Tener una razón para levantarnos todas las mañanas


Anécdotas aparte, en estos libros aparentemente pesimistas, es una constante la búsqueda de la identidad y de la felicidad. Lejos de ser textos tristes o deprimentes, arrojan reflexiones para los que se quedan y apuestan por la vida, a pesar de las dificultades.  Son novelas escritas para los que creen en el amor, en la amistad y en la existencia en general.

Todo esto me quedó más claro si cabe cuando leí Los amigos, de Kazumi Yumoto, un libro que tiene por subtítulo: “Una novela sobre la muerte que defiende la alegría de vivir”. Lo que necesitamos es encontrar una buena razón para levantarnos todas las mañanas, como le pasó al abuelo moribundo de esta novela de Yumoto. El problema es que, a pesar de que las estadísticas indican que el bienestar actual es, con mucho, mejor que nunca, hay una fuerte deshumanización.

Y es esta palabra, deshumanización, una de las que mejor retrata el ambiente que se recrean en las novelas japonesas. Somos muchos, cada uno a nuestras cosas, y nos sentimos solos y perdidos. Eso le pasa a la protagonista de Estupor y temblores, de Amélie Nothomb, un relato espeluznante de cómo “trabaja” la sobre-jerarquizada sociedad japonesa.

Aprendiendo más acerca de la muerte


Por tanto, volviendo a la pregunta que me hacía al principio: entre la muerte y la búsqueda del sentido de la vida: ¿paradójico o complementario? Para mí, es totalmente complementario. No se puede entender la una sin la otra pero puede que una de las cuestiones en las que tengamos que trabajar es en aprender más acerca de la muerte, tratada como un tema tabú y oscuro. ¿Por qué no nos interesarnos más sobre ella? Porque da miedo. Sí, lo sé, a mí también, pero igual es por eso por lo que me produce una gran curiosidad y leo estas novelas de autores japoneses.

No puedo acabar sin recomendar algunos de los trabajos de Elisabeth Kübler-Ross, una psiquiatra que estudió casos de personas en coma que finalmente sobrevivieron y que hizo un amplio seguimiento de moribundos. Yo me estoy iniciando en el tema con ella. Aviso: sus conclusiones pueden chirriar, y mucho, con las creencias actuales que tenemos. Hay que adentrases en ellas con la mente abierta y, en la medida de lo posible, sin prejuicios. Luego cada uno que se quede con lo que más le convenga. Yo siempre lo hago así.

15 de marzo de 2016

Estupor y temblores, de Amélie Nothomb

Después de lo que ha supuesto para mí una larga temporada sin actualizar el blog, ¡ya estoy de vuelta! Espero que este kit kat de un mes o así no suponga dejar a un lado los retos que me he propuesto este año. ¡Espero que no!

Vuelvo para reseñar un libro que elegimos para la reunión de este mes del Club de Lectura. Se trata de Estupor y temblores, una novela de la que la misma autora, Amélie Nothomb, dijo que era autobiográfica, y que cuenta la historia de una joven occidental (belga, para más señas) que consigue un empleo en una importante compañía nipona en Tokio.

Lo que sigue después es un relato espeluznante de cómo “trabaja” la sobre-jerarquizada sociedad japonesa: “El señor Haneda era el superior del señor Omochi, que era el superior del señor Saito, que era el superior de la señorita Mori, que era mi superiora. Y yo no era la superiora de nadie”.

En realidad no sé muy bien en calidad de qué entra a trabajar Amélie a esta empresa pero su primera función es contestar a una carta de su jefe. Todos los esfuerzos en vano porque cada vez que Amélie le presenta un borrador su superior acaba destruyéndolo. Después reparte el correo, sirve el café, cambia los días de los calendarios de sus colegas y hace fotocopias,...

Solo un buen hombre de la empresa le da, a escondidas, la oportunidad que estaba esperando pero cuando sus superiores se enteran, en especial Fubuki (la señorita Mori) entre en cólera y comienza a atribuirle los peores trabajos de que es capaz, hasta que la relega a limpiar los baños de la oficina.

Aun con esas, Amélie no dimite (en Japón dimitir debe de constituir un agravio para ambas partes) e intenta sacar el lado bueno de lo que hace hasta cumplir el año de contrato firmado. Entre todas estas peripecias, la protagonista y autora hace una radiografía de la sociedad nipona, de la jerarquía y del papel de la mujer, incluso de los suicidios en este país.

En definitiva, un libro fácil de leer, cortito y con el que, quieras que no, se establecen ciertas semejanzas con los trabajos occidentales de hoy en día: superiores mediocres, trabajadoras cualificados, trabajos repetitivos, tareas humillantes,… Para reflexionar.

El código social japonés


He leído en Internet que el código social japonés se sustenta sobre cuatro conceptos: la verticalidad en las relaciones (tate shakai), el culto a la forma (rei), la armonía social (wa) y la dualidad honne/tatemae. En Estupor y temblores se reflejan en cierta medida todos, aunque tengo la impresión (por favor, dejadme la vuestra si lo habéis leído) de que en el mundo empresa hay menos apego al tema de la cortesía o el mantenimiento de la paz y la armonía.

  • Tate shakai: la sociedad japonesa no es una sociedad horizontal igualitarista, sino que es una sociedad vertical en la que no hay casi nunca una relación igualitaria o de reciprocidad y todas las relaciones van de arriba a abajo y nunca de igual a igual. 
  • Rei: hace referencia a la importancia que los japoneses otorgan a la forma, a la apariencia, a hacer las cosas bien, a la cortesía, a guardar las apariencias, a los buenos modales. 
  • Wa: es la intención profundamente japonesa de mantener la paz y la armonía en el grupo, una armonía absolutamente necesaria en las relaciones entre japoneses y que está por encima de toda lógica o sentimiento.
  • Honne/tatemae: el primer concepto se refiere a los verdaderos sentimientos y deseos de una persona y el segundo, en cambio, a la fachada, es decir, la conducta y las opiniones que uno demuestra en público.