8 de septiembre de 2018

Entenderme según la teoría de la veleta



Hace no mucho, alguien en un contexto formal me formuló la siguiente pregunta: ¿Quién es Patricia? Así. Me quedé un momento parada, mirando al infinito con los ojos entornados y pensando en todas las posibles opciones. Antes de dar mi respuesta políticamente correcta, se me ocurrió que podía haberlo resumido todo en una frase muy corta: soy una veleta.

A pesar de que a veces me gusta ponerle un toque original a mis respuestas, no lo dije. Pero, en resumen, una veleta es una persona a la que le gustan muchas cosas y normalmente las prueba todas, ya sea una detrás de otra o todas a la vez, depende de su nivel de impaciencia.

Hasta hace bien poco, tenía asociado ser veleta con un maleficio que arrastraba desde mi nacimiento y con el que debería vivir para el resto de mis días. Al fin y al cabo, el uso de esta palabra denota ciertos rasgos negativos (véase RAE veleta 4. m. y f. Persona inconstante y mudable).

En mi afán por desterrar esta cualidad, me he empeñado seriamente durante los últimos años en especializarme en actividades de lo más variopintas, en algunas con más suerte que en otras. Pero debe ser que desear cambiar la naturaleza de uno sin aceptar la realidad, por lo general, no es la mejor opción.

Una veleta es una persona a la que le gustan muchas cosas y normalmente las prueba todas, ya sea una detrás de otra o todas a la vez, depende de su nivel de impaciencia

Mi elemento: la comunicación


Probablemente, sir Ken Robinson me hubiera dicho que el problema es que no he encontrado mi elemento, que es el lugar donde confluyen las cosas que te encanta hacer con las que se te dan bien y en el que solo aquellos que lo alcanzan logran un estado de plenitud que no se encuentra de otra manera.

Así que, después de mucho pensar y estar a punto de resignarme a mi falta de vocación y a mi incapacidad para centrarme en algo para siempre, llegué a una conclusión: nunca he querido ser doctora, enfermera, astronauta, peluquera, cajera, escritora, costurera, cocinera, artista, pintora, profesora, bombera, policía, investigadora, bióloga, ingeniera, diseñadora, psicóloga… No, nunca he querido ser una sola cosa… sino que ¡he querido ser todas! Y comunicarlas, principalmente vía escrita.

Este descubrimiento cambió por completo mi perspectiva. El mundo es tan rico y variado que, ¿por qué tengo que ser una sola cosa? Todo me da curiosidad, ¡quiero serlo todo! Y, además, quiero contarlo. Fue en ese momento cuando cobró sentido que me sintiera una veleta (y mis estudios de periodismo, todo hay que decirlo).

El elemento es el lugar donde confluyen las cosas que te encanta hacer con las que se te dan bien y en el que solo aquellos que lo alcanzan logran un estado de plenitud que no se encuentra de otra manera.

Multipotentia…, ¿qué?


Además, justo hace poco, en una conversación que mantuve para un artículo de este blog, Cynthia Bagué me recomendó ver esta charla TED de Emilie Wapwick. En ella, habla del poder de los multipotentialite, que básicamente es alguien con muchos intereses e inquietudes creativas. Durante la conferencia, hace la siguiente reflexión: “Cuando alguien te pregunta quién eres, no puedes responder con 20 cosas diferentes […] no puedes ser un artesano de violines y psicólogo. Tienes que elegir”. Bueno, pues en realidad sí que se puede, Bob Childs lo hace.

Wapwick cuenta que a la pregunta qué quieres ser de mayor, ella nunca pudo responder con algo concreto, pero no por falta de intereses sino por lo contrario, tenía demasiados. Esto le creaba mucha ansiedad por dos razones: primero, porque no tenía claro cómo iba a hacer de aquello una profesión y segundo porque le preocupaba que aquella indefinición fuera un obstáculo para ella.

Todo esto está muy relacionado con la cultura, con la visión romántica que nos han inculcado de que cada uno de nosotros tenemos algo que aportar a este mundo. Pero no tiene por qué ser una sola cosa, ¿no crees?

Un multipotentialite, básicamente, es alguien con muchos intereses e inquietudes creativas

Adaptarse a los cambios


Para muestra, un ejemplo. Durante los últimos años, he escrito en blogs y webs sobre política local, libros, viajes, ocio, salud, nuevas tecnologías e infraestructuras, además de relatos cortos de ficción. Tengo muchos años de experiencia en comunicación corporativa y digital y he dirigido varios proyectos de sitios web. En mi época universitaria también fui profe. Me encanta leer y soy una friqui de la ortografía, de la organización, de YouTube y de Instagram.

Entre todo este batiburrillo, llegamos al año 2018, que ha supuesto un punto de inflexión en mi vida: después de 13 años enlazando varios empleos y proyectos, me he quedado sin el trabajo fijo y bien remunerado que había conseguido progresivamente durante ese tiempo. A cambio, he recuperado las más de 12 horas diarias que le dedicaba.

¿Y qué voy a hacer con ellas? Podría dedicarme a buscar un empleo nuevo. Y también podría aprovechar el momento que llevaba tiempo buscando  para iniciar mi propio proyecto. ¿Sabéis aquello que dicen que cuando uno está en el lecho de muerte se arrepiente más de lo que no hizo que de lo que hizo? Pues ya tengo una cosa menos de la que arrepentirme.

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