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22 de marzo de 2017

Kitchen y Moonlight Shadow, de Banana Yoshimoto

Curioseando en mi lista de pendientes hace unos días, encontré la opera prima de una escritora a la que ya leí el año pasado. Se trata de una novela en dos partes muy cortita titulada Kitchen que, en mi edición, viene acompañada de un cuento llamado Moonlight Shadow. La autora es la japonesa Banana Yoshimoto y, por si acaso no habéis leído todavía acerca de mi obsesión con los escritores japoneses, aquí os dejo un recordatorio.

Para confeccionar la reseña  de hoy, bien podría recuperar algunos extractos de la que hice para Sueño profundo, de la misma Yoshimoto, y pegarlos aquí sin apenas edición porque las cuestiones de fondo son las mismas. Por ejemplo:

“Cada uno de los tres cuentos que componen este libro de Yoshimoto tiene un personaje protagonista femenino muy joven que, de una u otra manera, ha sufrido una o varias pérdidas, algunas en forma de muerte. Lo que sí es cierto es que todas ellas transitan por la vida interpretando el significado de lo que les pasa hasta llegar a resolver de alguna forma su conflicto, normalmente a través del amor”.

En la primera parte de Kitchen, una joven llamada Mikage pierde al único familiar directo que le queda, su abuela. Sin embargo, unos pocos días después de su pérdida, recibe la extraña invitación de Yuichi, un conocido de su abuela, para que ella vaya a vivir con él y con su madre, Eriko. A pesar de las reticencias iniciales por ir a vivir con una familia que no conoce, el miedo a la soledad es más fuerte y termina por mudarse con Yuichi y Eriko. Una vez instalada en la casa, Mikage descubrirá la verdadera historia de su familia de acogida y que Eriko, antes de ser la madre de Yuichi, fue su padre.

En esta historia, en el que también está muy presente el amor a la cocina de Mikage, la soledad vuelve a tomar el papel de protagonista, como viene siendo un habitual en los libros japoneses. Es un libro en el que apenas pasan cosas, casi no hay acción, es lento, pero, eso sí, hay mucha reflexión sobre los sentimientos, las sensaciones y las emociones. Muy Murakami. Muy literatura japonesa contemporánea.

El relato que completa en algunas ediciones a Kitchen, como ya he comentado antes, se titula Moonlight Shadow y me ha parecido precioso. Antes de adentrarme en él estaba un poco perdida ya que, sin previo aviso, pasamos la página y dejamos de leer acerca de los personajes principales de la novela anterior y nos adentramos en un texto que narra la historia de un amor joven e inmaduro pero muy fuerte al que, por desgracia, le falta uno de los integrantes.

Satsuki ha perdido a Hitoshi en un accidente de coche. A pesar de su tierna edad, reflexiona acerca de su relación con él, de lo que fue y de lo que pudo haber sido. La pérdida del primer amor de una forma tan brusca la lleva a un estado de melancolía, tristeza y soledad que la impide seguir con su vida. Solo con el apoyo del hermano de Hitoshi y de Urara, una extraña que conoce en el parque, la ayudarán a continuar.

Y, otra vez, me sirve un párrafo de la reseña de Sueño profundo para este relato: “El relato es  tan onírico como la literatura de Murakami, con muchas referencias a la memoria borrosa, al sueño, a la muerte, a los estados de inconsciencia e incluso a fenómenos algo paranormales”.

Vuelvo de nuevo a los japoneses, esta vez por casualidad, y el resultado es que este género me sigue atrayendo por los temas que trata a pesar de que los temas de fondo que trata son idénticos a la novela que leí el año pasado.

Siguiendo con el tema de la biblioterapia que os contaba en la newsletter de la semana pasada, este libro puede servir de terapia para aquellos que sufren o temen sufrir la pérdida de un ser querido o tienen miedo de la soledad. También les servirá a aquellos que, de alguna manera, quieran reflexionar sobre el primer amor.

La leyenda de Tanabata


Cuenta la leyenda que Orihime, hija de Tentei, el Rey Celestial, tejía telas espléndidas a orillas del río Amanogawa (la Vía Láctea). A su padre le encantaban sus telas, y ella trabajaba duramente día tras día para tenerlas listas, pero a causa de su trabajo la princesa no podía conocer a alguien de quien enamorarse, lo cual entristecía enormemente a la princesa. Preocupado por su hija, su padre concertó un encuentro entre ella y Hikoboshi, un pastor que vivía al otro lado del río Amanogawa.

Cuando los dos se conocieron se enamoraron al instante y, poco después, se casaron. Sin embargo, una vez casados, Orihime comenzó a descuidar sus tareas y dejó de tejer para su padre, al tiempo que Hikoboshi prestaba cada vez menos atención a su ganado, que terminó desperdigándose por el Cielo. Furioso, el Rey Celestial separó a los amantes, uno a cada lado del Amanogawa, prohibiendo que se vieran. Orihime, desesperada por la pérdida de su marido, pidió a su padre poder verse una vez más.

Su padre, conmovido por sus lágrimas, accedió a que los amantes se vieran el séptimo día del séptimo mes, a condición de que Orihime hubiera terminado su trabajo. Sin embargo, la primera vez que intentaron verse se dieron cuenta de que no podían cruzar el río, dado que no había puente alguno. Orihime lloró tanto que una bandada de urracas vino en su ayuda y le prometieron que harían un puente con sus alas para que pudieran cruzar el río. Ambos amantes se reunieron finalmente y las urracas prometieron venir todos los años siempre y cuando no lloviera. Cuando se da esa circunstancia, los amantes tienen que esperar para reunirse hasta el año siguiente.

16 de enero de 2017

[6] Autores nipones, muerte y la búsqueda del sentido de la vida

La mayor parte de los libros de autores japoneses que he leído hasta el momento hablan de la muerte y, a la vez, de las cuestiones que más felices nos hacen en la vida como el amor, la familia y la amistad. ¿Paradójico o complementario?

Hoy, que es el tercer lunes del mes de enero y que se supone que es el día más triste del año o Blue Monday, me apetece hablar de ello. Llevo ya tiempo rondando que tenía que reunir en una sola entrada todo lo que los libros de autores nipones me han hecho rumiar y que he dejado desperdigado por el blog.

Empezaré por esta reflexión que escribí en la reseña de Kokoro, de Natsume Sōseki: “A pesar de que no hay nada que me pueda gustar más que una novela feel good, cuando abro un deprimente libro japonés sé que me va a gustar mucho. Lo achaco a las reflexiones sobre la vida y aspectos tan trascendentales como la amistad, la familia o el amor que acostumbran a hacer. Me encanta pensar sobre esas cosas; me chifla, lo reconozco”.

Y es que los personajes metafóricos de todas las novelas niponas que he leído hasta el momento son la tristeza, el sueño, el suicidio o la muerte. Las páginas de estos libros transcurren envueltas en un halo onírico y misterioso e incluso en ocasiones en estados de inconsciencia o fenómenos paranormales.

Recuerdo que hace unos años, para relajarme antes de dormir, estaba escuchando una grabación que alguien me pasó. Fui aflojando todos los músculos tal como me indicaba la locutora hasta que me quedé frita. O eso pensaba yo. El audio siguió y, en un determinado momento, a la mujer de detrás de mis auriculares se le ocurrió decir que dormirse es como una pequeña muerte diaria y mi cerebro dijo: ¿Cómo, qué? Y me desperté sobresaltada.

Tener una razón para levantarnos todas las mañanas


Anécdotas aparte, en estos libros aparentemente pesimistas, es una constante la búsqueda de la identidad y de la felicidad. Lejos de ser textos tristes o deprimentes, arrojan reflexiones para los que se quedan y apuestan por la vida, a pesar de las dificultades.  Son novelas escritas para los que creen en el amor, en la amistad y en la existencia en general.

Todo esto me quedó más claro si cabe cuando leí Los amigos, de Kazumi Yumoto, un libro que tiene por subtítulo: “Una novela sobre la muerte que defiende la alegría de vivir”. Lo que necesitamos es encontrar una buena razón para levantarnos todas las mañanas, como le pasó al abuelo moribundo de esta novela de Yumoto. El problema es que, a pesar de que las estadísticas indican que el bienestar actual es, con mucho, mejor que nunca, hay una fuerte deshumanización.

Y es esta palabra, deshumanización, una de las que mejor retrata el ambiente que se recrean en las novelas japonesas. Somos muchos, cada uno a nuestras cosas, y nos sentimos solos y perdidos. Eso le pasa a la protagonista de Estupor y temblores, de Amélie Nothomb, un relato espeluznante de cómo “trabaja” la sobre-jerarquizada sociedad japonesa.

Aprendiendo más acerca de la muerte


Por tanto, volviendo a la pregunta que me hacía al principio: entre la muerte y la búsqueda del sentido de la vida: ¿paradójico o complementario? Para mí, es totalmente complementario. No se puede entender la una sin la otra pero puede que una de las cuestiones en las que tengamos que trabajar es en aprender más acerca de la muerte, tratada como un tema tabú y oscuro. ¿Por qué no nos interesarnos más sobre ella? Porque da miedo. Sí, lo sé, a mí también, pero igual es por eso por lo que me produce una gran curiosidad y leo estas novelas de autores japoneses.

No puedo acabar sin recomendar algunos de los trabajos de Elisabeth Kübler-Ross, una psiquiatra que estudió casos de personas en coma que finalmente sobrevivieron y que hizo un amplio seguimiento de moribundos. Yo me estoy iniciando en el tema con ella. Aviso: sus conclusiones pueden chirriar, y mucho, con las creencias actuales que tenemos. Hay que adentrases en ellas con la mente abierta y, en la medida de lo posible, sin prejuicios. Luego cada uno que se quede con lo que más le convenga. Yo siempre lo hago así.

24 de agosto de 2015

Sueño profundo, de Banana Yoshimoto

Hace unos meses, reseñé en estas páginas virtuales uno de los libros del autor japonés contemporáneo más leído en occidente, Haruki Murakami. Se trataba de Tokio Blues, una novela en la que “los actores principales son la soledad, el alcohol, el sexo y el suicidio”. Finalizaba la reseña con un expreso deseo: leer a más autores japoneses para descubrir si la tónica general de los relatos discurría pareja.

Para ello, estos días he estado leyendo un librito tan corto que apenas me ha dado tiempo a familiarizarme con él. Ha sido un visto y no visto. El título es Sueño profundo y el nombre de la autora es Banana Yoshimoto. Tan solo me bastó acercarme a un fragmento de la biografía de la escritora para comprender que Murakami y Yoshimoto comparten temática en sus obras: “Banana Yoshimoto es autora de una deliciosa obra de narrativa, en la que incide en el agotamiento de la juventud japonesa actual y el modo en que las experiencias dramáticas afectan a la vida de las personas”.

Y, en efecto, cada uno de los tres cuentos que componen este libro de Yoshimoto tiene un personaje protagonista femenino muy joven que, de una u otra manera, ha sufrido una o varias pérdidas, algunas en forma de muerte. Lo que sí es cierto es que todas ellas transitan por la vida interpretando el significado de lo que les pasa hasta llegar a resolver de alguna forma su conflicto, normalmente a través del amor. Esta característica también la comparte con Murakami, ya que como escribí en su día, “los personajes llegarán a un punto de inflexión que deja paso a otras voces más optimistas como el amor o la amistad”.

Los tres relatos son tan oníricos como la literatura de Murakami (y como el título de la obra que los recoge, claro), con muchas referencias a la memoria borrosa, al sueño, a la muerte, a los estados de inconsciencia e incluso a fenómenos algo paranormales.

Todavía sigue siendo un muestreo ínfimo el que he realizado con los autores japoneses y tengo que seguir mi línea de investigación. Pero, por el momento, sigo captando los mismos rasgos y, sobre todo, las mismas sensaciones. Y me gusta.

Aware


El viernes tuve la suerte de quedar con una amiga apasionada de la escritura interesada en una parte de la literatura japonesa que a mí también me llama mucho la atención. Se trata del mundo haiku. Y desde aquí le doy las gracias por regalarme un libro que me servirá de ayuda para iniciarme en este mundillo. Se titula Aware y el autor es Vicente Haya. El concepto de aware en Japón hace referencia a la sensibilidad ante lo efímero de las cosas, y es la base de la filosofía del haiku.

Haré una entrada con respecto a los haikus y a este libro pero, por el momento, os dejo el enlace de un escritor que conozco que escribe haikus en su blog En 17 sílabas y que se llama Carlos Lapeña.