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4 de abril de 2017

Un verano en el campo, de Heike Wanner

Cuando escogí Un verano en el campo, de Heike Wanner, yo pensé que abría un nuevo libro feel good. Y, en el fondo, así fue: varios personajes con algunos problemas en su vida diaria han de desplazarse a una granja en el campo por cuestiones familiares de fuerza mayor e, inesperadamente, allí encuentran un remanso de paz y algunas ideas para solucionar los inconvenientes que las persiguen.

Sin embargo, esta novela no es exactamente feel good. Su argumento se clasifica más bien en lo que se ha venido a denominar “farm lit”, es decir, una Bridget Jones en toda regla pero con tintes campestres. Las farm lit desplazan a las típicas protagonistas de las chic lit a los pueblos y a las granjas, y establecen la dicotomía tacones y nuevas tecnologías versus caminos de barro y vacas. A pesar de que esperaba notar más el contraste campo ciudad, ha sido divertido ver cómo se las apañan cuatro chicas de ciudad en un ambiente rural.

Lisa-Marie, Anne y Lou son tres primas que, tras la muerte de su tío Horst, tienen que ir a Pfronten, un pueblo del sur de Alemania, para hacerse cargo del funeral y de la granja de la familia. Una vez allí, las tres chicas (después se suma la hija de Anne, Mia) descubrirán un secreto familiar a la vez que se hacen cargo, como pueden, de ordeñar a las vacas, dar de comer a los animales, comprar leña… y todos los trabajos normales de un lugar así.

Entre tanto, cada una de ellas tendrá que hacer frente a los problemas que traen consigo de la ciudad: Lisa-Marie, que regenta una librería en Dortmund, afrontará el problema que se le viene encima con la apertura, en un centro comercial cercano a su negocio, de una cadena de librerías. Anne tomará la decisión de dejar a sus hijos y marido solos en casa durante unas semanas mientras atiende la granja y reflexiona acerca de su matrimonio. Por su parte, Lou se enterará de algo que cambiará para siempre su vida de urbanita independiente. Y, en último lugar, Mia, madurará su futuro en el sitio donde crecieron sus antepasados.

A las tramas de las cuatro chicas se suma una bonita historia familiar que dará sentido a ciertas cosas de las que nadie antes se había percatado.

Este libro se me ha hecho muy ameno y cumple su misión de entretener. Quizá la trama que más me chirría es la de Mia, demasiado adolescente para mi gusto y, en mi opinión, no creo necesario haberla desarrollado tanto para comprender la historia.

Dejando esto último de lado, si quieres echarte unas risas, esta novela es una buena oportunidad. Por cierto, para quien se anime a leerla, me encanta la señora Hössle, la vecina de la granja, una vieja del visillo alemana en toda regla.

¿Cambiaríais la ciudad por el campo?


No tengo claro que cambiara vivir en la ciudad por el campo definitivamente pero, desde luego, ¿a quién no le gustaría despertarse siempre con estas vistas?


1 de octubre de 2015

La reina de la casa, de Sophie Kinsella

La lectura que reseño hoy la descubrí hace una semana a las siete de la mañana curioseando en blogs de lectura. Estaba mirando en Devoradora de libros (siempre lo hago cuando quiero encontrar algún valor seguro) y fui saltando de reseña en reseña hasta que me topé con una del año 2010 que me llamó la atención. La reina de la casa, de Sophie Kinsella, chick-lit en el que “no encontraréis reflexiones filosóficas”, decía el texto, pero que, sin embargo, tiene algo diferente. Valoración: 8/10. Y yo, fan de póster de Bridget Jones, ya me imaginaba con algo así entre las manos.

Como buena periodista, busqué en otras fuentes valoraciones sobre el libro y prácticamente todas coincidían. Además, en el blog Libros que hay que leer leí una idea que me gustó bastante en la que exponía que la novela era una auténtica lección a los trabajo-adictos. Así que me lancé a por mi segunda chick-lit consecutiva (acababa de terminar No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas) y la alterné con la lectura de La señora Dalloway, de Virginia Woolf, de la que espero tener reseña la semana que viene.

Realmente alternar he alternado poco porque he tardado un suspiro en leer este libro. Samantha Sweeting es una abogada de prestigio que trabaja en la City londinense. Están a punto de hacerla socia de su bufete cuando un golpe de ¿mala suerte? se cruza en el que se había convertido en su objetivo vital.

Es entonces cuando se ve abocada a trabajar para una pareja de nuevos ricos a las afueras de Londres en un terreno un poco diferente al suyo: Samantha es la nueva asistenta de los Geiger aunque tiene un problema serio: ella no sabe limpiar, no sabe cocinar, no sabe planchar… En realidad no sabe nada sobre llevar una casa.

Sin embargo, la gente que conoce en esta nueva etapa es muy diferente a que hay en la City. La ayudan, la cuidan y la miman. Al fin tiene tiempo para ella misma y, además, se siente querida. Nathaniel, el jardinero de los Geiger va a tener mucho que ver en eso. Así es como Samantha descubre que hay vida más allá de su bufete de abogados, de un reloj que apenas le deja tiempo en el día si quiera para comer, y de gente que te quiere muchas veces por lo que tienes más que por lo que vales.

Aunque es cierto eso que decía en su reseña Cristina, de Devoradora de libros, acerca de que en esta novela no vamos a encontrar sesudas reflexiones filosóficas, sí que existe un hilo argumental en el que muestra cómo cada vez nos movemos más deprisa y dejamos de darle valor a las cosas cotidianas, a la gente que tenemos cerca y a nosotros mismos.

En esta novela hay pasajes en los que te ríes, porque hay situaciones surrealistas y bastante graciosas pero también hay algunos momentos en los que levantas los ojos del papel y piensas por un instante. ¿Cómo quiero que me recuerden cuando ya no esté? Seguramente que a todos nos gustaría saber que nos recuerdan como una buena persona.
– ¿Qué te pasa? –Iris me sigue limpiándose las manos en el delantal–. ¿Qué tienes, querida?
– ¡No puedo! –Me doy la vuelta–. No puedo…ponerme a esperar a que actúe la levadura.
– ¿Por qué no?
– ¡Porque es una pérdida de tiempo! –Me llevo las manos a la cabeza, presa de la frustración-. ¡Todo es una pérdida de tiempo!
– ¿Qué crees que deberíamos estar haciendo en lugar de esperar? –me pregunta con interés.
– Algo… importante. ¿Vale? –Voy hasta el manzano y vuelvo porque no puedo estarme quieta–. Algo constructivo.
Miro a Iris, pero ella no parece ofendida. Da la impresión de que se está divirtiendo.
– ¿Hay algo más constructivo que hacer pan?

The good wife


Este libro me ha gustado aún más porque el ambiente en el que se desarrolla en una primera parte es un bufete de abogados. En los últimos meses estoy literalmente “enganchada” a una serie americana que se llama The good wife, un drama legal en el que se intercalan los casos a los que se enfrenta el bufete de la protagonista con su vida personal. El caso es que mucha de la terminología ya me sonaba de la serie y también la presión a la que están sometidos los abogados. Recomendada.

Diez razones por las que deberías estar viendo The good wife.