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2 de diciembre de 2015

Un vistazo a... Noviembre

En noviembre fue mi cumpleaños y, gracias a algunos regalitos, incorporé un par de libros a mi estantería: Hombres desnudos, de Alicia Giménez Bartlett, galardonado con el Premio Planeta 2015; y Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich, premiada con el Premio Nobel de Literatura 2015. Además, di  un buen empujón a mi reto de 40 libros (terminé el mes con el 90% de los libros leídos, es decir, 36 de 40) y avancé un poquito (hasta el 68%) en el reto de autores de la A a la Z.


Libros…


Precisamente fue Laura Esquivel la que ocupó la letra “E” de mi lista de autores de la A a la Z con Como agua para chocolate, una novelita corta de la que lo que más me gustó fueron, sin duda, las pinceladas de realismo mágico.

Tras él, fisgoneando en los blogs de lecturas, encontré el nuevo título de Gayle Forman, Yo estuve aquí, pero antes, quise conocer uno de sus libros más conocidos, Si decido quedarme, que narra la historia de una joven promesa del violonchelo que, por casualidad, queda en coma tras sufrir un accidente de coche con su familia (su madre, su padre y su hermano) y en el que la única superviviente de los cuatro es ella. Su dilema, desde el estado en que se encuentra, es si vivir  o morir y, para ello, recorre toda su vida recordando cómo fue la relación con sus personas importantes.

El tercer libro del mes se lo debo a Eloy Moreno, el autor de El bolígrafo de gel verde, y a su particular historia. Muchos blogeros habían empezado a hablar sobre su última novela, El regalo, y me pareció curioso que la sinopsis fuera un fragmento del libro. Solo al terminarlo me di cuenta de que, efectivamente, el extracto del libro que presentan como sinopsis lo es pero que solo puedes entenderlo cuando lo lees al completo.

Con Hombres desnudos, de Alicia Giménez Bartlett, empecé porque me lo habían regalado pero es probable que si no lo hubieran hecho, no lo hubiera leído. ¿Por qué? Pues porque la última experiencia con un Premio Planeta, El cielo ha vuelto, de Clara Sánchez, tampoco es que fuera muy satisfactoria. Pero no, ha sido una grata sorpresa. No os creáis que la historia que cuenta este libro aborda la prostitución masculina, como he leído en diversos sitios. Para nada. Va mucho más allá: reflexionaremos acerca de cómo la vida, agravada por la crisis, nos ha removido en estos años a cada uno de nosotros parte de nuestra existencia.

Para terminar un mes intenso, le hinqué el diente a uno de los que tenía pendientes, De ratones y hombres, de John Steinbeck. Novela cortita donde las haya pero profunda, a pesar de su sencillez. Es un relato sobre el deseo continuo de querer estar acompañado y de saberse no rechazado y querido. En su momento dije que es también una oda a la amistad con un final que nos dejará helados. En efecto, el final me dejó helada pero, ahora que lo pienso, lo de la oda a la amistad lo dejo entrecomillado y es posible que lo cambie en mi reseña (lo he cambiado). Leedlo y valoradlo vosotros pero un amigo no hace lo que George le hace Lennie.

No pude con…


No pude con Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. Creo que se debe a lo mismo que me pasó con El gran Gatsby: la traducción. Por ahora, lo he dejado y no sé si volveré. Sé que es un clásico, sorryyyy.

Sorteo primer aniversario de Reportera Literaria


Mi sorteo de aniversario, lamentablemente, no tuvo muy buena acogida y no registré el número suficiente de participantes para hacer el sorteo. Como ya indiqué en la misma entrada, agradezco mucho a todos los que han participado su colaboración y les doy las gracias por seguirme y por los comentarios. Además, los tendré muy en cuenta para próximas iniciativas.

En diciembre…


Este mes de diciembre terminaré con la tarea del Club de Lectura de Parla Este (nos reunimos el sábado 12 de diciembre), Mystic River, de Dennis Lehane, que ya he empezado y la verdad es que me gusta más de lo que pensaba. Aun así, he intercalado en su lectura una recomendación que encontré en un blog y que enseguida supe que era para mí, Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler, sobre la amistad, la búsqueda de las raíces y la pertenencia al hogar. Os dejo una entrevista que le hicieron el año pasado cuando presentaba esta novela, la primera, por cierto.

5 de noviembre de 2015

Como agua para chocolate, de Laura Esquivel

Leer Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, era la excusa perfecta para completar la letra E de mi reto de Autores de la A a la Z. Además, se trata de una novelita corta, así que me puse a ello. No tardé ni tres días en leerla y eso, dado mi ritmo de lectura, debido a su vez a mi horario de trabajo, es buena señal.

A pesar de que no he probado ninguna de las recetas con las que inaugura cada capítulo (excepto la del roscón de Reyes, claro), leer esta novela ha sido coser y cantar. Lo que más me ha gustado, sin duda, son las pinceladas de realismo mágico, que le dan un toque especial, dulce, amoroso.

Tita es la menor de tres hermanas. Su madre, Mamá Elena, le ha prohibido casarse con su novio, Pedro, porque la tradición familiar manda que la hija pequeña cuide de su madre hasta que esta se muera. En cambio, ha aceptado que su hermana Rosaura se case con él. A pesar de que, en un primer momento, Tita acepta su destino (no sin muestras de rebeldía), una serie de acontecimientos en la familia provocarán que los lazos entre ambas mujeres se enfríen. Pero cuando Tita es libre por fin para hacer lo que le plazca es demasiado tarde. Su verdadero amor, Pedro, se encuentra ya alejado de ella y el doctor John Brown, su nuevo pretendiente, no despierta en las entrañas de Tita la misma pasión. Pero la vida ha de continuar, y ha de encontrarse a otra persona que te haga sentir lo mismo. O, ¿quizá no?

Las recetas se integran en la novela como perfectos ingredientes. La autora las va añadiendo como si fueran condimentos que maridan con gracia, ligereza y soltura. Lo mismo pasa con las rasgos de realismo mágico. En realidad, como lector, sabes que hay cosas que son imposibles pero serían tan bonitas si pasaran en la realidad que deseas que pasen. Y, en esta novela, pasan. Y Tita llora tanto que las lágrimas inundan una estancia y luego tienen que limpiar todo el desastre; y da de mamar a su sobrino a pesar de que ella no tiene hijos (ni posibilidades de tener leche, claro); y se forma un espectáculo pirotécnico cada vez que se junta con Pedro; y teje una manta que cubre todo el rancho en el que vive. ¿Bonito, verdad?

La expresión “como agua para chocolate”


"Como agua para chocolate" es una expresión mexicana que, según la Real Academia Española, significa estar colérico. En la novela se hace alusión a ella en una ocasión, en el siguiente fragmento: “Por lo que fuera, pero tal parecía que la ira dominaba los pensamientos y las acciones de todos en la casa. Tita estaba literalmente “como agua para chocolate”. Se sentía de lo más irritable”.

Según parece, hace referencia a  la temperatura justa que se necesita para derretir el chocolate: “Se pone a la lumbre una tablilla de chocolate con agua. La cantidad de agua debe ser un poco mayor que la que se necesite para llenar el pocillo en que se ha de hervir. Cuando da el primer hervor, se aparta del fuego y se deshace la tablilla perfectamente…”. Por tanto, estar como agua para chocolate es estar “hirviendo”, o sea, furiosa, colérica.