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20 de abril de 2015

Heima es hogar en islandés, de Laia Soler

Me ocurre muchas veces. Escucho una palabra nueva y me quedo ahí un rato, repitiéndola mentalmente. Heima, heima, heima. ¿No pensáis que es una palabra preciosa? A mí, desde luego, me lo parece.

Pues, Heima es hogar en islandés y, además, la frase al completo conforma el título de la segunda novela de Laia Soler. Los que soléis seguir blogs de literatura probablemente la habréis visto reseñada ya en un montón de sitios. Yo llegué a ella gracias al Club de Lectura de mi madrina, del blog Valen más mil palabras que una imagen.

Y la verdad es que me alegro mucho de haber encontrado este libro. Por varias razones. Primero, porque es de ese tipo de novelas que tienes ganas de sacar y leer aunque solo tengas cinco minutos y te dé tiempo a avanzar tres páginas. He leído en el tren, en casa, en los descansos del trabajo, por la calle (aviso: no hacer en circunstancias normales ;).

Segundo, porque me encanta el género de los road trip y he aprendido muchas curiosidades sobre la cultura y la geografía islandesas. Por ejemplo, que Islandia, según dicen, fue la primera democracia del mundo, que en verano hay 24 horas de luz, que el agua caliente tiene un olor sulfuroso debido a que procede de fuentes naturales, entre otras muchas. Además, siendo sincera,  ahora soy capaz de ubicar esta exótica isla volcánica en un mapa.

Y, tercero, porque he vuelto a las novelas protagonizadas por adolescentes (estos un poco más creciditos), con las que mantengo una relación de amor-odio (si no sabéis muy bien por qué, visitad la reseña de Las ventajas de ser un marginado, de Stephen Chbosky) para descubrir ciertas características que me atraen de cada uno de los personajes pero, sobre todo, por el valor que se le da a la amistad, al amor y la pasión con la que se vive cada instante.

Es cierto que me sigue llamando mucho la atención la manera tan intensa en la que han vivido personas con apenas 20 años de edad, lo bien que se conocen y las decisiones tan importantes que toman. He llegado a la conclusión de que quizá es un problema mío, que a esa edad probablemente fuera tan inocente y me conociera tan poco que pienso que el resto del mundo es igual. Tendré que hacérmelo mirar :)

Y es que nuestra protagonista, Laura, tras la separación de sus padres y el punto y final a una tortuosa relación, decide viajar a donde la quiera llevar el destino y, en pocas horas, aterriza en Reikiavik, la capital de Islandia. Lo que pintaba como un viaje solitario de desintoxicación de su realidad, se vuelve un fantástico (literalmente) viaje alrededor de la isla con dos inesperados compañeros, Orri y Guðjón. En apenas diez días, el trío conocerá los secretos que esconden cada uno de ellos y brotarán los intensos sentimientos que sobrevuelan sus auras.

Esta novela es un ejemplo más de que el home sweet home puede estar en el sitio más recóndito del planeta porque tu casa, en realidad, siempre serás tú mismo.

Los apellidos en Islandia


Una de las curiosidades sobre la cultura islandesa que más me llamó la atención es la manera en que se forman los apellidos islandeses (me encantan las florituras de las lenguas). En la mayoría de los casos se toma el nombre del padre en genitivo y se le añade la terminación -son (para un niño) y -dóttir (para una niña). Así que mi nombre en islandés sería algo así como Patricia Juandóttir, que significaría la hija de Juan. Y si tuviera un hermano sería Ángel Juanson (más o menos porque en realidad nosotros no tenemos la forma del genitivo).

También puede haber apellidos generados a partir del nombre de la madre y, en ese caso,  utilizando igualmente el genitivo, tendríamos Patricia Milagrosardóttir o Ángel Milagrosarson. Es decir, entre el nombre y el sufijo son o dóttier, se añade un ar.

Curioso, ¿verdad? En este enlace podéis leer un caso más exacto que el ejemplo que yo os he puesto pero es que no me resistía a saber cómo sería mi nombre en Islandia ;)