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17 de noviembre de 2016

Una librería con magia, de Thomas Montasser

Una reseña más abajo podéis comprobar que no hace ni una semana que leí un libro de libros. Fue pura coincidencia, deberes del Club de Lectura. Y unos días después, el 11 de noviembre, el Día de las Librerías. Y, entonces, aparecieron muchos artículos y posts sobre novelas de librerías, de libreros y de libros. Y, como ya os dije, para los amantes de la literatura, una lectura de este tipo siempre es una tentación. Y encontré Una librería con magia, de Thomas Montasser.

Charlotte es una anciana librera francesa que desaparece sin dejar más que una nota en la que lega a su sobrina Valerie la librería que llevaba regentando décadas. La joven Valerie estudia Económicas y ni entiende del negocio de las librerías ni tiene ganas. Así que, al principio, el encargo es más un engorro que un sueño como lo sería para mí, y quizá para ti que me lees.

Obligada por la situación, lo primero que hace Valerie es comprobar estados de cuentas, créditos, préstamos y demás cuestiones pecuniarias pero, para su sorpresa, sin ordenador ni recursos informáticos actuales, la tía Charlotte lo tiene todo muy ordenado, sin deudas y puntualmente atado.

Según va realizando todas estas gestiones, Valerie se va relajando y empieza a sentir los libros, las historias de la gente que recibe en la librería y aquellas que lee en los archivos de la tía Charlotte. Además, se desprende del que había sido su novio hasta el momento e incluso, por descuido, deja de ir a clase.

Cada vez pasa más tiempo en la librería, sentada en el sofá de lectura, arropada con una manta y bebiendo té preparado en un samovar. Maravilloso, yo también querría hacerlo.

Sin embargo, hay un par de cosas que no me acaban de encajar en la historia. La primera de ellas, la narración, que me recuerda mucho a la voz en off de la historia de Amelie. Una tercera persona empieza a describir cómo transcurre la vida de Valerie. En la peli de Amelie me gusta pero en este libro se me hace pesado y lento y no me aporta nada la visión de un extraño; me hubiera gustado que la protagonista me expresara ella misma sus sentimientos.

En segundo lugar, no me convencen los tintes amorosos de la historia, ya que el punto de partida, por sí solo, tenía chicha y miga suficiente. Además, hay una parte del libro poco explotada… un libro que, llegado a un punto, tiene hojas en blanco y que Valerie piensa que es defectuoso pero, en realidad, es algo más.

Lo que me parece más reseñable de toda la novela es que es una oda a las librerías pequeñas de barrio: muy cerca de ti se esconden muchos tesoros y libreros que estarían encantados de descubrírtelos.

¿Un samovar? ¿Qué es un samovar?


El samovar es un elemento bastante recurrente en esta novela. En él, Valerie se prepara montones de tés de diferentes procedencias y sabores. Yo al principio no sabía qué era un samovar y, a pesar de que se describe en el libro, no acababa de visualizarlo al 100%. De hecho, no sé por qué, yo pensaba que era un mueble y no, no tiene nada que ver.

El samovar es un utensilio típico de Rusia para hervir agua y conservarla caliente para el té. Tiene un recipiente de cobre u otro metal con una llave en su parte inferior para servir el agua y una concavidad en la parte superior donde se puede colocar la tetera. El agua se calienta mediante un infiernillo o una resistencia eléctrica.

Aquí tenéis un vídeo de cómo es un samovar tradicional ruso y de cómo funciona: