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17 de septiembre de 2018

Qué hay en tu armario

Esta semana se celebra la Semana de la Movilidad Europea y Andreyna, de Trendy & Green, me ha invitado a ofrecer un taller sobre moda sostenible en el marco de Parking Day en Madrid 2018. Será el próximo viernes, 21 de septiembre, a las 17:30 horas, en la calle Apodaca, número 8. Cuando me hizo la invitación pensé que era una buena oportunidad para presentar las conclusiones de las entrevistas sobre moda que he estado haciendo este verano para el blog.

Mi armario cápsula de otoño 2018

Haciendo inventario de ropa


Para empezar, lo primero que vamos a hacer es un pequeño inventario de la ropa que tenemos. Para ello, nos haremos preguntas como las siguientes: ¿Cuánta tenemos? ¿Dónde la compramos? ¿Cuánto nos costó? ¿Cuántas veces nos la hemos puesto? ¿Sabemos cuál es su composición? ¿Y algo de quién la hizo? Si has podido responder a las cuatro primeras preguntas (y no eres blogger de moda), ¡enhorabuena! Porque eso quiere decir que eres relativamente consciente de las compras que haces.

Por otro lado, si tu respuesta a las dos últimas preguntas es SÍ, déjame decirte que estás en un nivel superior. Por el contrario, si no tienes contestación a la mayor parte de las cuestiones anteriores, no te preocupes porque en este post vamos a ir respondiéndolas de la mano de mujeres que aman la moda de una manera especial y que nos abrirán las puertas de su mundo.

Os las presento: Ellas son Cynthia Bagué, que completó el reto de no comprar ropa en un año; Laura, de Tirando del hilo y Mi primera máquina de coser; y Gemma, de Wasel Wasel. Además, en este artículo también hablaremos de dos mujeres que han tenido una importante influencia en el mundo de la moda y de la organización: Marie Kondo, con su libro La magia del orden; y Courtney Carver, la impulsora del Proyecto 333 (armario cápsula). Y ya, sin más, vamos a por las respuestas a las preguntas que acabo de plantear.

¿Cuántas prendas tienes en tu armario?


Probablemente nunca te hayas parado a contar cuánta ropa tienes y, a primera vista, no parece que sea un parámetro necesario a la hora de vestirte. Pero puede suceder que te estés quedando sin espacio para almacenar; o que estés acumulando cosas que ya no usas o no necesitas solo por si acaso o porque te dé pena deshacerte de ellas. Incluso, podría ser que estés comprando demasiado. Lo que es seguro es que, si te pones a contar, te llevas una sorpresa. Es igual que cuando haces una mudanza. No te das cuenta de lo que tienes hasta que no empiezas a empaquetar en cajas. El blog Tirando del hilo de Laura me encanta por todos los temas que trata y, en especial, me gustan dos de los post relacionados con la investigación de su trabajo fin de grado en diseño. Uno de ellos está relacionado con la lectura de las etiquetas, que mencionaré un poco más adelante, y el otro es este, un artículo en el que analizó su armario a fondo en cifras. Laura contabilizó un total de 140 prendas de invierno. “Parece mucho, aunque sólo hay que echar un vistazo al mundo del fashion blogger para encontrar que mi armario no es muy grande. Y, sin embargo, si dijéramos que en invierno me visto cada día con tres o cuatro prendas, tendría de 35 a 46 días para vestirme sin repetir ropa. Pero no es esto lo que ocurre”. Por lo general, tenemos más ropa de la que necesitamos y ni si quiera nos ponemos todo lo que está dentro de nuestro armario. Muchas veces porque deja de gustarnos, está estropeada, incluso no sabemos ni que existe o, simplemente, temporada tras temporada, anida en nuestro armario. ¿Quizá tu armario se parece a esto?

¿Dónde la has comprado? ¿Cuánto te costó?


Cuando era pequeña (crecí en los 80-90), mis padres me compraban ropa dos veces al año. Entonces había solo dos temporadas: el invierno (antes de empezar el cole) y el verano (justo cuando se acababa el cole). Comprábamos en las tiendas del barrio unos cuantos conjuntos, los que resultaban del cálculo de días de la semana y el tiempo que tardaba la ropa en secar. Esto fue así hasta que cumplí prácticamente 15 o 16 años, es decir, a principios de los 2000. Desde entonces, empezamos a ir a tiendas de cadenas de moda en los centros comerciales, aunque todavía lo hacíamos muy marcados por las estaciones del año. De forma progresiva, en los años siguientes, incluso ese hábito de comprar al principio y al final del invierno se perdió. Comenzamos a ir a las tiendas cuando lo necesitábamos o cuando nos gustaba algo. Al mismo tiempo, la oferta se multiplicó, el precio bajó y la única restricción que teníamos para adquirir ropa nueva era el presupuesto que podíamos dedicar. La conclusión es que ahora mismo, por norma general, cuando nos apetece comprar ropa, nuestro primer instinto es visitar las tiendas físicas u online de marcas fast fashion hiperconocidas y, si tenemos algo de dinero ahorrado y queremos darnos un capricho, acudir a las grandes marcas. Además de esto, hay ya muchas opciones en Internet para comprar ropa ética, sostenible o artesana (de esto hablaremos en otro post). Pero, ¿qué pasaría si no pudieras comprar ropa durante un año, como le pasó a Cynthia? Cynthia Bagué es estilista y amante de la moda vintage. El 1 de enero de 2016, después de darle muchas vueltas, decidió que en un año completo no iba a comprar nada de ropa. Cumplió su reto y cambió también su forma de ver la moda y la vida. “Antes del reto mi instinto era que me gustaba algo y me lo compraba, ahora pienso si lo tengo en casa o si se lo puedo pedir a alguien”. ¿Y qué alternativas tuvo a la compra de ropa durante el reto? “Coser, arreglar, intercambiar, heredar de tu hermana, de tu padre, hay muchas prendas a día de hoy que pueden ser unisex. Sobre todo, intercambiar, arreglar, … y luego cuando pude comprar, las tiendas de segunda mano y los mercadillos. Durante el reto era intercambiar, sobre todo y alguna herencia”.

¿Cuántas veces te la has puesto?


Muchas veces habréis dicho o escuchado esto de que “por 10 euros”, “esto es un chollo”, “está de moda” … y luego si te he visto no me acuerdo. Si lo piensas, rápidamente puedes identificar las prendas que más te pones, que coinciden, además, con las que más ves en el cesto de la ropa sucia, en la lavadora, en la cuerda de secar la ropa y en el armario de la plancha. Son, paradójicamente, las prendas que menos tiempo pasan en el armario. ¿A qué sabes de qué te hablo? Existe un movimiento conocido como el 30 wears challenge que tiene como propósito concienciarnos de que cuando vayamos a comprar algo, pensar antes si te lo vas a poner un mínimo de 30 veces. La decisión de la compra tiene que ir mucho más allá del me lo compro por el precio o porque esté de moda y, en cambio, ha de basarse en si lo necesitas, te gusta, lo puedes conjuntar con lo que ya tienes, te lo puedes permitir y, en definitiva, si te da alegría y te hace sentir bien (un poco más abajo te hablo de esta teoría de Marie Kondo).

¿De qué está hecha tu ropa? ¿Dónde está hecha? Leyendo etiquetas


Otra clasificación curiosa a la hora de analizar la ropa que tenemos en el armario es de qué está hecha y dónde. Esta información la podemos extraer del sitio en el que compramos y también por lo que conocemos de la marca en sí. Pero, principalmente, está en las etiquetas y, de este tema, hablé largo y tendido en la entrevista con Laura. “Hay dos tipos de etiquetas, las que están tejidas en la prenda y las de cartón. En las tejidas son obligatorios, aparte del cuidado o mantenimiento de la prenda, los datos fiscales de la empresa que la ha fabricado. En ellas también suele venir la talla y la marca. Otra etiqueta tejida no obligatoria es la de los datos de fabricación”. Es decir, en Europa no es obligatorio informar acerca del lugar de fabricación y procedencia de la prenda, solo de los cuidados y los datos fiscales de la empresa. Por tanto, en la mayor parte de las ocasiones nos quedamos sin saber quién ha hecho nuestra ropa. “Luego tenemos etiquetas de papel o cartón, que suelen ser etiquetas que se ponen después de la fabricación, cuando llega a la tienda, al destino final, y que está más relacionada con el marketing de la marca”. Según me comentó Laura, en este momento, “lo máximo que podemos aprender ahora a leer en las etiquetas es cómo lavar la prenda. Lo ideal sería una etiqueta en la que venga un poco de todos los materiales. Tú compras una blusa y te pone 100% algodón, pero, ¿y los botones, y la entretela y el hilo, los tintes? El tinte es muy importante y no sale por ningún lado: tipo de tinte, de estampación que ha tenido, el tipo de tratamiento químico, etc.”.

Ordenando el armario: el método Konmari + armario cápsula


Una vez que hemos hecho una revisión de nuestro armario, toca ordenarlo. Además, ahora que llega el otoño, el cambio de temporada nos puede servir de excusa para hacerlo. En los últimos años, he seguido dos filosofías que me gustan por lo simples y efectivas que son: por un lado, el método Konmari, que descubrí al leer La magia del orden, de Marie Kondo; y, por otro, el armario cápsula. Básicamente, el método Konmari consiste en ordenar tu casa de tal manera que solo te quedes con los objetos que te dan alegría, con los que te sientes bien. Pero, para llegar a este punto, tienes que coger con tus manos cada objeto que posees y evaluar qué sientes. Si te da alegría, consérvalo, aunque sea una excentricidad. Si dudas, quizá sea el momento de darle las gracias y dejarlo ir. Y, si definitivamente no sientes alegría alguna, deséchalo. De esta manera, solo te quedas con aquello que te inspira alegría y disfrutarás de ello con mayor plenitud. Además, te darás cuenta de que necesitas pocas cosas para vivir y ser feliz y, por esta razón, te sentirás más liberado. En su libro, Marie Kondo da ejemplos de clientes que, una vez que terminaron de organizar su casa, lograron hacer un cambio profundo en sus vidas. Al fin y al cabo, dice que si tu casa está desordenada puede que haya un problema de fondo. Cuando acabas de ordenar sientes que has recuperado ciertas parcelas de tu vida o, simplemente, tiempo para hacer cosas que deseabas hacer desde hace tiempo. En el caso concreto de la ropa, Marie Kondo aconseja sacar toda la ropa que tengamos en cualquier sitio de nuestra casa (la que no se saque y aparezca después, ha de ser desechada en el momento). Después, recomienda comenzar a purgar la ropa por la que no es de temporada y, una vez hecho esto, separarla por categorías (blusas, camisas y camisetas; pantalones y faldas; vestidos, …). Además, recomienda: aunque te dé pena deshacerte de algo, no lo guardes solo para andar por casa, así no aligeras el armario; tu familia tampoco lo necesita; y no clasifiques tu ropa según la estación del año en la que te encuentres sino más bien por tipo de composición de la prenda, por ejemplo. Cuando termines de evaluar tu ropa de acuerdo a lo que sientes por ella, es hora de guardar aquella que te hayas quedado, esta vez sí, en tu armario, pero un armario seleccionado con todo aquello que te gusta y te hace sentir bien.

Armario cápsula


Yo hice esto hace algún tiempo y, aunque he de reconocer que aún no he conseguido un armario 100% a mi gusto, voy acercándome a él. A la filosofía Konmari, como os he dicho un poco más arriba, añadí la del armario cápsula que, además, me permite poder vestirme en 5 minutos sin tener que maldecir por no tener nada que ponerme. Del armario cápsula os hablaré más en mi próximo post, cuando os enseñe mi armario cápsula de otoño, pero no puedo pasar por alto algunos detalles como que procede del Proyecto 333, un reto minimalista impulsado por Courtney Carver que invita a vestir con 33 prendas o menos durante 3 meses (normalmente según las estaciones del año). En el número total de prendas no se incluyen la ropa interior, la de dormir o la de deporte siempre y cuando se emplee para ese fin. Sí se incluyen la ropa de abrigo, los zapatos, los bolsos y los complementos. El armario cápsula tiene muchas variedades y es bastante flexible. Tan solo basta con echar un vistazo por Internet para ver las diferentes formas en que las bloggers de moda han adaptado esta filosofía. Laura, por ejemplo, hace cápsulas de transición y, para Cynthia, el armario cápsula es “lo que me quepa en este armario (que tengo un armario muy pequeño). Es lo que me voy a poner y en el momento en que ya no coja la ropa en el armario hay algo que se tiene que ir fuera”.

Además, cuando hice la entrevista a Gema, de Wasel Wasel, hablamos de un libro muy interesante que se titula The Curated Closet, de Anuschka Rees. “Ese libro fue un descubrimiento muy grande y muy positivo y sí que pude aprovechar un montón de información para mi armario. No se basa en el armario cápsula, aunque sí que hay un capítulo y me gusta porque no lo enfoca al Proyecto 333, no te limita a coger 33 prendas de ropa, sino que te anima a crear un armario cápsula que es una colección en sí misma, es decir, que es todo combinable entre sí y que fuera de ese tipo de prendas no te haría falta nada más”. Pero, ¿cuáles son los requisitos para que un armario cápsula sea funcional al 100%? Según Gemma, su armario cápsula ideal "ha de ser un armario con prendas adaptadas a tu forma de vida real, no a la que te gustaría tener. Por ejemplo, tiene que estar adaptado al clima donde vives y a las actividades que realizas cada día. No puedes tener un 80% de prendas que no te puedas poner por el clima de tu ciudad por mucho que te encanten. No puedes tener muchas prendas casual si cada día tienes que vestir con un código especial si trabajas en una oficina". "Otra regla es que cada prenda que tengas por lo menos debes de combinar con otras tres prendas que ya tengas. Nada de comprarse una falda que solo te pega con una camiseta porque a la larga no es realista y volveremos al mismo problema que no tienes nada que ponerte, y tienes muchas prendas pero que no combinan entre sí y no puedes conjuntarlas de ninguna forma". "Lo tercero es que todo lo que pongas en el armario cápsula tiene que ser ropa que te encante y que te veas llevándola y repitiéndola muchas veces y especialmente que sea ropa de cierta calidad. Hoy en día es muy fácil comprar ropa muy barata, pero si aspiras a tener un armario capsula que prácticamente no tengas que renovar, que es una de sus funciones, la ropa tiene que tener cierta calidad".

7 de abril de 2017

La historia de mi primer reportaje: "Memorias de la guerra"

No creáis que os voy a contar una historia del año de maricastaña. De la publicación de mi primer reportaje ¿solo? han pasado 12 años y "Memorias de la guerra" era el título con el que lo bauticé.

Estaba a punto de licenciarme y conseguí ese trabajo un día que repartía mi currículum en periódicos locales. En aquella ocasión, llamé a la puerta de Getafe Capital, una chica me abrió, cogió aquel papel con las cuatro cosas que había hecho hasta entonces y me dijo que esperara sentada en una sala. Era raro porque me había presentado sin avisar y, aunque aun no había estallado la crisis y la cosa no estaba tan mal como ahora, tampoco es que los trabajos para periodistas florecieran en todas las esquinas.

El caso es que aguardé unos minutos y la chica me dijo que pasara a ver al director. Me recibió un hombre al que podréis evocar si os digo que me recordaba a los periodistas de siempre, los de libreta y pluma. Se presentó como Santiago Erice y, tras hacerme unas preguntas, me invitó a pensar un tema sobre el que escribir y a llamarle cuando lo tuviese. ¡Ah! Y me detalló las tarifas que pagaban en un momento en que los becarios ya empezábamos a competir por hacer prácticas gratis.

Estuve un par de días dándole vueltas al tema y, finalmente, se me ocurrió que, como el reportaje saldría en el mes de abril, aprovecharía para escribir sobre el papel de Getafe en la guerra civil, que el 1 de abril de 2005 conmemoraba el 66 aniversario de su fin. Al director le pareció buena idea y me puse manos a la obra.

El resultado final no hubiera sido posible sin la ayuda de uno de los hermanos de mi abuela, Félix Antona. Él vive en Getafe desde hace muchos años y me presentó a César Navarro, médico y actualmente presidente del Ateneo de Madrid. La historia de César Navarro y de otro vecino de Getafe, Andrés Díez, me sirvieron como hilo argumental y para humanizar y contextualizar los datos históricos que encontré en bibliotecas y archivos (ya existía Internet, por supuesto, pero no al nivel actual ni para cuestiones tan especializadas como las que yo necesitaba).

Al ir profundizando en el tema me di cuenta de lo polémico que era y de las rencillas que existían todavía 66 años después. Me acuerdo de que mi entonces novio (hoy marido) me llevó en coche al Cerro de los Ángeles para poder hablar con el cura de la parroquia, ya que el Cerro fue un lugar estratégico de la contienda debido a su altura, y el hombre nos echó a voces diciendo que por qué teníamos que remover esas cosas. La cosa ya prometía.

Terminé de escribir el artículo y, unos días después, se publicó. Nunca había imaginado que se fuera a armar tanto revuelo por ese reportaje. Empezaron a llegar cartas al director y nos dimos cuenta de que las viejas rencillas no se habían olvidado. El tema estuvo coleando varios meses. La verdad es que lo pasé un poco mal: ¡la primera vez que hacía algo así y la que se había montado! Sin embargo, con el tiempo, me he dado cuenta de que no pude empezar de una forma mejor. Por eso lo recuerdo todo y con tanta nostalgia.

La gente del periódico quedó satisfecha con mi trabajo (después me encargaron varios trabajos más), y así fue como gané mis primeros 150 euros de periodista. Me gustaría aprovechar para dar mi agradecimiento a todos los que me ayudaron a dar este primer paso, entre ellos: al director del periódico, por darme tanta confianza y libertad en mi primer trabajo; a mi tío Félix, que se calzó sus zapatillas de deporte en cuanto le llamé; a César Navarro, que me dio ese testimonio tan espectacular y un apoyo tremendo; y a mi marido, que siempre me sigue en todos mis proyectos.

Y, ahora sí, este es el reportaje (y aquí otros escritos):

66 años después, se recuerda el papel de Getafe en la historia de la guerra civil


Memorias de la guerra


  • A pesar de ser por los años 30 un pequeño enclave que apenas comenzaba a industrializarse, Getafe fue un punto neurálgico y estratégico de la contienda española
  • Aquí se encontraban la Base Aérea, los Cuarteles de Artillería (donde hoy se sitúa la Universidad Carlos III) y el Cerro de los Ángeles, lugares donde se libraron ofensivas importantes en el transcurso de la batalla

Sesenta y seis años después, Getafe ha cambiado mucho. Ya nada recuerda a aquel pueblo hecho cascotes del 39 que relatan los más viejos del lugar. Pero, cada vez que recorremos la calle Madrid, pasamos por los Escolapios y la Universidad o subimos al Cerro de los Ángeles, volvemos a algunos de los que fueron escenarios importantes de la guerra civil. Muchos, los más jóvenes, lo desconocen. Otros, sin más, se resisten a recordarlo; algunos, como dice César Navarro, “lo podemos contar y lo contamos aquí…”.

Navarro es un hombre alto, canoso, de rostro amable y pasa los 70. Es uno de los vecinos más veteranos y populares del pueblo. Los que le conocen afirman que es una persona de mundo y muy preparada, que tiene respuesta para casi todo. Cuando se le pregunta acerca de la batalla española en Getafe, sobreviene una historia distinta a la que leemos en cualquier libro de texto. Su relato está lleno de curiosidades, anécdotas y vivencias personales. Su testimonio desfila parejo y relata en primera persona muchos de los episodios de la contienda.

No en vano, la vida de César Navarro estuvo muy marcada por la situación política desde niño. Cuando la guerra, su madre cayó en el bando nacional; su padre, aunque no fue militante de ningún partido político, se identificó con la República y estuvo al frente del hospital de sangre de Getafe situado en el colegio de los Escolapios. Su tío, Felipe de Francisco, que tiene una calle en el municipio, Calle Aviador de Francisco, se puso al servicio del gobierno de Franco “con la condición de que nunca le destinaran a Getafe porque en este pueblo no quería hacer daño a nadie”, comenta Navarro. Murió en acción heroica en combate aéreo en Santa María de la Cabeza.

A finales de marzo del 39, los nacionales alcanzaban los últimos objetivos republicanos. El 28, cayó Madrid y el 1 de abril, con el último parte militar, se concluyó la ofensiva nacional. Había terminado, después de tres años, la guerra civil que enfrentó a las “dos Españas”.

Getafe en Guerra


La batalla no se libró únicamente en las grandes ciudades. Mucho tuvieron que ver en ella los pequeños pueblos españoles. En concreto, los del sur de la capital, que apenas comenzaban a crecer como Leganés, Aranjuez, Pinto, San Martín de la Vega o Ciempozuelos fueron marco importante de la contienda.

También lo fue Getafe que, por aquella época, era aún un municipio que casi no superaba los 8.000 habitantes. Sin embargo, la llegada de la industria junto a otros factores como la cercanía a la capital y unas vías de comunicación accesibles, le convirtieron en uno de los receptores de inmigrantes más importantes de la Comunidad de Madrid. Fue un enclave industrial significativo al que se fueron incorporando campesinos de muchos lugares de España. Se comenzaron a promover por entonces los
partidos socialistas y se temieron, según Navarro, los movimientos obreros. Pero, además de éstas, antes de estallar la guerra, Getafe tenía otras peculiaridades; aquí se albergaban los Cuarteles de Artillería (lo que hoy es la Universidad Carlos III) y la Base Aérea.

Fue precisamente en este escenario donde comenzaron las hostilidades. Aproximadamente a mediados de julio del 36, el Regimiento de Artillería Ligera, que estuvo a favor del bando nacional, inició un ataque con proyectiles dirigidos hacia el Cuartel de Aviación que, por el contrario, se sublevó en favor de la República. La reacción de los militares de la Base no se hizo esperar. Se contestó, según Manuel de la Peña en su libro Medio siglo de aviación en Getafe (1911-1960), con un bombardeo y ametrallamiento desde el aire al Cuartel de la calle Madrid con el que se logró
neutralizar la ofensiva. De esta forma, se iniciaba en Getafe la contienda.

Andrés Díez es otro de los decanos del municipio getafense. Ahora tiene 89 años aunque llegó a la localidad con tan sólo 9. Es complejo, comenta, resumir lo que fue para él la guerra civil, son muchos los recuerdos. Entre ellos, guarda con sumo cuidado tres volúmenes de folios llenos de historia y, sobre todo, memorias de épocas pasadas.

En uno señala con orgullo una fotografía en blanco y negro en la que aparece vestido de militar. En el pie de foto se puede leer lo siguiente: “20 de julio de 1936”, fecha en que, con 21 años, abandonó el pueblo rumbo a las batallas de Alcalá, Guadalajara y Jarama. Mientras, la guerra continuaba aquí en Getafe. En los meses siguientes se sucedieron algunos episodios de bombardeos y ataques aéreos. “En mi casa, esquina Ramón y Cajal y General Palacios, cayeron dos bombas”, afirma Navarro. Aún recuerda con exactitud el día en que cayó una de ellas. Él era todavía un chiquillo. “Estábamos cenando y mi abuelo se abalanzó sobre mí, que era el que más quería de los nietos -dice con una sonrisa- y me llevó corriendo a la cueva del vino”.

También De la Peña narra en otra de sus obras, Las calles tienen su historia, que, el 23 de agosto de 1936, tres escuadrillas de aviones del ejército sublevado,“enfilando la calle de la Sierra”, lanzaron bombas durante todo su recorrido hasta terminar en la Base y en la empresa Construcciones Aeronáuticas. Este suceso provocó cuantiosas víctimas civiles y grandes destrozos y pérdidas en el pueblo.

Además, cuenta Navarro que uno de los episodios más emblemáticos y sombríos de la batalla en Getafe fue el bombardeo de una escuela en octubre de 1936. Según su testimonio, el ataque estuvo respaldado por las fuerzas alemanas a pesar de que “los de derechas dicen que es mentira”. Sin embargo, a él le consta que la ofensiva existió realmente, “porque me lo contó mi padre”, que atendió a los niños heridos y muertos. Además, afirma, Arturo Barea en su libro La forja de un rebelde, hace alusión a ello: “el 30 de octubre, un solo avión mató a cincuenta niños en Getafe”.

Caído Toledo en septiembre del 36, las fuerzas nacionales avanzaron rápidamente dirección Madrid. En los primeros días de noviembre, entraron y tomaron Getafe. La represión, dice Navarro, fue terrible. Se evacuó a la población y se fijó una nueva Comisión Gestora con representantes del bando sublevado sustituyéndose la que hasta entonces había estado presidida por Francisco Lastra Valdemar. En sesión del 6 de diciembre, la nueva Comisión decidió que el municipio dependería de la provincia de Toledo hasta que Madrid dejara de estar en manos de los republicanos.

Fue en este contexto en el que, tanto Navarro como su padre tuvieron que abandonar su pueblo natal hacia mediados de la guerra y exiliarse a Francia. “Mi primera vivencia, mi primera impresión de la vida fue como las películas que vemos de judíos, envuelto en mantas, los trenes de evacuación…Mi primera seña de identidad fue la de ser un refugiado de la República”.

El Cerro en la batalla


Situado a 13 kilómetros de la capital y a 670 metros de altura, desde el centro geográfico de la Península se alcanza a ver buena parte de la Comunidad. El Cerro de los Ángeles fue, por ello, un punto neurálgico y estratégico en la guerra civil por el que ambos bandos lucharon intensamente.

Fuera de los límites que definen la calzada que sube a lo más alto del cerro, aún hoy se esconden restos de fortificaciones de hormigón más o menos conservados entre basuras y pintadas. Según Miguel A. Andrés Castro, aficionado y estudioso de los vestigios de la guerra civil en Madrid, en Getafe encontramos principalmente “mirando hacia Pinto, rastros republicanos; el resto, son nacionales”. Existen también trincheras en la zona de Perales y, además, en la fachada del convento de las Carmelitas, que está sin restaurar, todavía se pueden apreciar impactos de bala y obús.

Aun tomado todo Getafe, a mediados de noviembre del 36, se suceden y recrudecen las batallas por el dominio del cerro. Las fuerzas republicanas, que no quisieron renunciar a su posesión, comenzaron una nueva ofensiva y se hicieron en parte con su control en enero de 1937. Sin embargo, el Cerro Rojo, como lo rebautizaron los republicanos en su zona, se perdió ante la falta de refuerzos y, de nuevo, los nacionales se hicieron con el poder en el lugar.

Los dos principales monumentos que presiden el Cerro de los Ángeles también sufrieron las vicisitudes de la guerra. Por su parte, la imagen originaria del Sagrado Corazón (la actual es de 1965) fue dinamitada en los primeros días de la guerra y derribada algunos días después. La Virgen de los Ángeles, con el agravamiento de la batalla, se bajó al pueblo por miedo a que fuese destruida y sólo se subió después de terminar la contienda.

Habiendo caído Madrid el 28 de marzo de 1939, Getafe volvió a formar parte del término municipal de Madrid. A partir de entonces, los vecinos que habían abandonado el pueblo durante la contienda fueron regresando. “Cuando pudimos volvimos a Getafe -dice Navarro- pero a mi padre inmediatamente le encarcelaron”. Cuenta que le hubieran fusilado si no hubiese sido por las influencias de su madre y por Emilio Serrano, un hombre al que su padre sacó de entre un montón de cadáveres y al que había salvado la vida extrayéndole la bala del tiro de gracia del cuello. Aún así, con toda la familia, se tuvo que exiliar al País Vasco.

A pesar de que Getafe había quedado en ruinas tras acabar la guerra y eran patentes las tensiones que, comenta Navarro, estaban motivadas no sólo por cuestiones políticas sino también profesionales, poco a poco se fue retomando la actividad anterior. Continuó el proceso de industrialización y se reavivaron los movimientos obreros; a la vez, crecieron la población y el municipio.

Hoy, Getafe ya no recuerda ni por asomo a aquel que relatan las memorias de guerra de los más veteranos de la ciudad. Sin embargo, tras la actual apariencia de algunos de sus lugares más representativos, se encuentran escondidos episodios importantes de su historia.

Reportaje publicado en abril de 2005 en el periódico Getafe Capital.